25 septiembre, 2014

Despertares


 Passĭo: acción de padecer...

La vehemencia incorregible de su espíritu corroía todos los momentos pacíficos de los que disponía, las preguntas se amotinaban en contra de las acciones de previamente había realizado. La madrugada de tal forma se convertía en un incesante mar revuelto que terminaba por ahogar el sueño. 
Sin embargo, Ambrosio comprendía que aquel cúmulo de perturbaciones que influían con mayor o  menor fuerza en su estado emocional diario, terminaban por conducirlo hacia el mismo lugar, la transformación de la realidad en arte, y por ende, al retrato de su forma de vislumbrar la naturaleza de las cosas, en especial, la naturaleza de las relaciones humanas. No se sabe hasta que punto aquella forma de vivir entre sus cerebro y las repercusiones que se reflejaban en su cuerpo convenían más a una relación parasitaria, pues era como si la mente de Ambrosio y su cuerpo fueran dos entidades distintas atascadas en una misma persona. 
El arte como vida y no al contrario; una inversión que lo llevaba a manufacturar cambios emocionales incompresibles para la mayoría de las personas, en especial para su pareja, pues viendo esta última como Ambrosio era devorado por los demonios de lo que realizaba, contemplaba con zozobra como la relación íntima entre ambos se difuminaba ante la batalla de un presunto enemigo al que no se le podía atacar.
Aquella relación, como todas las que le siguieron, quedaron como un retazo hecho tiempo atrás, una pasión sonrojada, un intento más de pertenecer a ambos mundos, una prueba más que la naturaleza de la vida pocas veces se logra ajustar a la vehemente e incorregible forma de actuar de los espirítus, que como el de Ambrosio, eligieron finalmente al arte y su pasión como una forma distinta de percibir la realidad de lo que suele llamarse como presente, pasado y futuro...

30 mayo, 2014

La poesía y su poeta


El poeta dibujaba palabras, letras de colores refractadas por la luz del sol que yacían ocultas entre la arena, era progresiva su transformación incorpórea. Conquistador pacífico de las ideas que duermen en la voluntad de los sueños de los hombres. Invisibles a la ceguera mundana, fortalezas conspicuas de la virtud, apoyadas en la oscuridad de las tormentas: el arte , la pasión y los sufrimientos, la alegría en silencio junto a los acantilados llenos de miedo al iniciar una nueva obra, la fugaz sonrisa del momento de inspiración. Puertas que abrían lo imposible, el poeta desentrañaba los secretos, inventaba la realidad infinita y por breves instantes se asemejaba a la vida que mecía los mares de la cotidianidad. Alejado por voluntad del mundo, y sin embargo tan apegado a él, como la madre que crea la vida, como el espacio entre la brisa y las hojas de los árboles, como el estremecimiento de una caricia y la salvación de la humanidad mediante la poesía. El poeta terminaba su obra, independiente esta última de su pintor, alzaba vuelo en busca de nuevos mundos hasta que encontrara un nuevo corazón donde pudiera descansar del largo viaje que la hizo regresar del eterno letargo que el poeta llamaría eternidad.

22 abril, 2014

La escritora



El desfile parecía interminable, amistades que la distancia y el tiempo habían separado momentaneamente se reunían de nuevo gracias a ellos y desfilaban uno a a uno hasta encontrarla. Su rostro calmo apaciguaba a aquellos que se sentían abatidos; ella el recinto de historias, la fortaleza de secretos y magia ahora tan presentes y mañana tan eternos como siempre y quien permitió la continuación del inicio... Aquel fue el momento en que de forma palpable sintió la inmensidad de su obra muchas veces pasada por alto por los extraños, y sin embargo hacia el final de los días de su ahora difunto esposo, con un beso débil como la delicada caricia del viento que empuja la marea hacia todos los rincones del planeta, él -como ya lo había hecho tantas veces- le dio las gracias por haber sido la verdadera artífice de todo, por ser la piedra angular de quien hubiera perecido ante la soledad de no ser porque ella lo encontró y le permitió volar con su imaginación llena de amarillo. Fue así como en el ocaso de una vida, pudo vislumbrar la eternidad de su obra escrita día a día, con paciencia durante más de medio siglo: Él con tinta y magia y Ella con la realidad. Por ello, cuando el mar de gente comenzaba a menguar, supo que la condición de la muerte no alcanzaba allá, donde la memoria del mundo abraza la inmortalidad y los reunirá siempre bajo un singular realismo -mágico.

02 abril, 2014

Historia del tiempo y el espacio.



A ella le disgustaba la música de Dylan y a mi me disgustaba que no le gustara. En el transcurso de las horas que pasabamos juntos el universo se expandía como pueba de que teníamos algo de infinitos. Eramos dos desconocidos que no usaban la palabra amor porque no sabíamos lo que aquello era, simplemente nuestra piel absorbía el aroma y la sal del otro para hallarnos menos solos quizá; pero también descubríamos la presencia de ambos aún en su ausencia. Ella y su pelo que no paraba de bailar y yo con mi barba que le encontraba cosquillas nuevas. Los pensamientos distintos nunca se apaciguaron, su futuro y mi pasado, era como si el presente fuera nuestra verdadera tregua. Nunca aprendimos a ser otros, solo aquellos que la libertad nos permitía ser, y aún cuando nunca supimos ver la gravedad que nos hacía bailar alrededor del otro hasta que nos separamos, a menudo su luz me alcanza a millones de años luz como un fantasma que sigue ahí para recordarme que a ella no le gustaba la música de Dylan, pero le apasionaba el tiempo encapsulado en una canción y el cosmos que se escondía en el iris de mi ojo.   

10 febrero, 2014

I. Ciclo sin color


Sentado al borde de la cama mientras la penumbra se agigantaba por toda la casa, recordaba la última imagen que guardaba de ella antes que sucediera lo que nos pasa a todos, antes que el tiempo cubriera la piel de la felicidad dejándola fútil y llena de cenizas que el dolor del olvido se llevaría con un soplo sin que mediara otra cosa que silencio. Los sucesos del pasado se atrincheraban una vez más -como era usual en estos casos- contra una nueva y enajenada realidad que se apoderaba de todo; las páginas en blanco del presente dolían más que las eternidades ya escritas y vividas, mientras la ficción del mañana taladraba con cada nuevo segundo. Sentado al borde de la cama la oscuridad ya reinaba, y los versos no existían y las palabras hechas sal comenzaban a abrazar los ojos y la vida moría bajo el eco de la nada; y así caí en cuenta que los muertos en su decrepitud recurrente sólo encuentran su destino en el olvido, alejados del manicomio que significa recordar, incapaces de reír ni de llorar, ahogados en la perpetuidad del no sentir. Sentado al borde de la cama, un purgatorio de ideas terminó por abrazar a las sombras que mataron los colores de su memoria, de la mía y de la de todos que no eramos más que ella y yo.