Cuando se despertó, lo había hecho creyendo haber escuchado el sonido del despertador. Luego de echar una mirada al reloj supo que se había despertado dos horas y treinta tres minutos antes de la hora habitual. Con resignación, acompañó al desvelo hasta la hora adecuada para irse al trabajo. Al salir de la casa, cayó en el charco de agua que se había acumulado a los tres metros del umbral de la puerta, y por aquel motivo, no tuvo más remedio que emprender el camino de vuelta para cambiarse la media que había quedado empapada. En la marcha hacia el lugar de trabajo, al coche se le estalló una llanta, por lo que tuvo que esperar a que su conductor la cambiara.El retraso que había acumulado hasta aquel momento hizo que se dirigiera tarde a la reunión que la esperaba; mientras que la fiebre que había capturado a sus tres asistentes precisamente aquel día tuvo como consecuencia que su habitual café matutino no estuviera tal y como solía gustarle. Pese a todo su ánimo no decaía, pues justamente cuando estuvo a punto de perder cualquier vestigio de ecuanimidad recordó que la mayoría de gobernados a los cuales dirigía les estaba yendo peor, y que justamente aquel día los iba a sorprender una vez más con la noticia que una nueva crisis los iba a azotar, por lo que las vidas de los administrados se empaparían más que su media, sus ánimos pincharían más rápido que la llanta del coche y el pago de fin de mes ya no sería tan apetitoso como siempre. La presidenta esbozo la misma sonrisa que le dedicaba a las cámaras: al menos los problemas siempre llegan puntuales.