28 noviembre, 2011

"Pensando en otros"


Cuando se despertó, lo había hecho creyendo haber escuchado el sonido del despertador. Luego de echar una mirada al reloj supo que se había despertado dos horas y treinta tres minutos antes de la hora habitual. Con resignación, acompañó al desvelo hasta la hora adecuada para irse al trabajo. Al salir de la casa, cayó en el charco de agua que se había acumulado a los tres metros del umbral de la puerta, y por aquel motivo, no tuvo más remedio que emprender el camino de vuelta para cambiarse la media que había quedado empapada. En la marcha hacia el lugar de trabajo, al coche se le estalló una llanta, por lo que tuvo que esperar a que su conductor la cambiara.El retraso que había acumulado hasta aquel momento hizo que se dirigiera tarde a la reunión que la esperaba; mientras que la fiebre que había capturado a sus tres asistentes precisamente aquel día tuvo como consecuencia que su habitual café matutino no estuviera tal y como solía gustarle. Pese a todo su ánimo no decaía, pues justamente cuando estuvo a punto de perder cualquier vestigio de ecuanimidad recordó que la mayoría de gobernados a los cuales dirigía les estaba yendo peor, y que justamente aquel día los iba a sorprender una vez más con la noticia que una nueva crisis los iba a azotar, por lo que las vidas de los administrados se empaparían más que su media, sus ánimos pincharían más rápido que la llanta del coche y el pago de fin de mes ya no sería tan apetitoso como siempre. La presidenta esbozo la misma sonrisa que le dedicaba a las cámaras: al menos los problemas siempre llegan puntuales.

23 noviembre, 2011

Contando un cuento


A nuestro mundo no le gustan las excepciones, resultan muy incómodas de manejar. Fue lo que me dijo aquel señor que escribía cuentos infantiles al inicio de lo que serían la seguidillas de entrevistas que le realicé con motivo del libro que hace unos meses mi editorial decidió publicar a su nombre, y en miras a las ganancias que se podría apuntar la editorial usando su nombre. Al parecer el éxito de sus libros infantiles no pasó desapercibido, y al cabo de su octavo libro, el sobrino que tanto había aportado a la generación de ideas, decidió emprender la batalla legal para reclamar los derechos que le correspondían por haber inspirado las historias con las que su tío entretenía a multitud incontable de lectores. Al mismo tiempo sus editoras, finalmente se habían hartado de lo difícil que les resultaba leer aquellos cuentos con semejantes faltas ortográficas. Y ni que hablar del desgastante trabajo que resultaba de corregir aquellos manuscritos, en parte porque estaban escritos a mano, y si bien la caligrafía era perfecta, no admitía los métodos ligeros de autocorrección propios de las computadoras. En fin, que al darse cuenta que no existía una mejoría ortográfica por parte del señor -todo lo contrario- y tomando como pretexto el bajón en las ventas a causa del escándalo que se llevaba a cabo en los tribunales de justicia, la antigua editorial calculando el riesgo que supondría publicar otro libro, dio por finiquitado el contrato que sostenía con el señor de los cuentos. El sobrino ganó la batalla legal: la totalidad de los derechos de los libros le pertenecían, mientras que su tío yacía en la ruina y sus futuras ideas huérfanas de patrocinio debido a la mala fama que les había otorgado el mismo sobrino. Sin embargo su historia había provocado tanto revuelo que mi jefe se dio a la tarea de ofrecerle un contrato para que yo escribiera su biografía. El señor accedió, y como al parecer este mundo se preocupa tanto por la vida de los demás, inevitablemente el libro ("Mi vida: contando un cuento") hoy día es un best seller.

21 noviembre, 2011

Con voz propia


el señor era un buen escritor de livros infantíles, sin embargo su éxito llegó luego de barios fracazos hasta que comprendio con absoluta klaridad que un adulto jamás podría escribir istorias para niños debido a la naturaleza de su complicada óptica y más importante porque pese a todo, sentían que habían dejado atrás aqueya temprana etapa. Por estas rasones cuando tuvo la idea de dedicarse a transcribir las historias de los juegos que inbentaba su sobrino de cuatro años, el éxito sucedió en su vida de forma rotunda. El problema como era de esperarse, aconteció cuando el sobrino tuvo los primeros deseos ireprimibles de conbertirse en alguién grande. Su fuente de inspiración se había agotado, y fue así como entendió que la única salida que le quedaba para escribir -pues era la única cosa que se le daba bien- consistía en emplear todo lo que habia aprendido de aquellos juegos e historias. Así fue como el señor empesó a jugar y más importante, a divertirse. A escribir gran cantidad de ideas brillantes para otros, pero normales para él. A escribir en tercera persona cuando se referia a si mismo -y con un cresiente número de faltas hortográficas-. Cuando el señor se dió cuenta, olvidó todo lo innesesario para convertirse en el niño que siempre quizo ser.

17 noviembre, 2011

Lucidez proyectada


Durante el transcurso de los años que daban pie al apogeo de la revolución tecnológica, a Luz se le hacía difícil encontrar personas que compartieran su entusiasmo por cualquier tipo de visión artística casi apoteósica; concretamente por el oficio de desentrañar los textos literarios que año tras año alimentaban su mente con nuevas ideas y sueños de un mundo presente que parecía alienarse de su propia historia. Sin embargo ello no le impedía encontrar fascinación por el lenguaje, por la observación y por todo aquello que la palabra rodeaba entre otras cosas. Quizá se tratara de un ejercicio obsoleto, una tarea que había sido cosa de otra época y que lejos de haberse capturado en centros de enseñanza, su esencia más pura revoloteaba todavía en la libertad de la experiencia natural del boca a boca. Indudablemente aquella tarea había sido llevada a cabo por personas más versadas, pensaba Luz; pero su febril pasión no le impedía esbozar una sonrisa cuando descubría que un nuevo pensamiento crecía en su cabeza. Aquella actitud daba como resultado un sentimiento que la acercaba de alguna manera hacia un misticismo cómplice, a personas que no conocía y sin embargo le susurraban; pero por otro lado la dejaban abandonada en un presente lleno de millones de seres que agudizaban su desazón: la de compartir sus opiniones con el riesgo que la ignorasen o en el mejor de los casos se aburrieran. Luz ya no pensaba que el presunto conocimiento de algo aislara a los seres humanos -sería una terrible paradoja, una ironía más grande que una neurona, solía repetirse- sino que su labor poseía esa extraña riqueza que no permite a su forjador disfrutarla plenamente, pues estaba hecha para los demás; y eso en si mismo era su tesoro; de la misma forma que el trabajo de tantas otras personas que la sociedad ignora. Desentrañar la lectura era un trabajo en desuso que para colmo permitía soñar con ojos abiertos y además estaba lejos del suntuoso mundo que comercializaba autómatas como estilo de vida. La caverna solía ser acogedora pero oscura. Desde la lejanía le costaba  identificar con certeza a quienes estaban allá adentro, sin embargo Luz ignoraba que su nombre sería uno más en el epíteto del faro que indica la salida de la caverna. Su nombre ya no era importante, ya que desde adentro solo su sombra se proyectaría.

De pie en el umbral de la caverna, comprendí la lucidez.

03 noviembre, 2011

De engaños


El reloj en la pared daba las seis y treinta y cinco de la tarde. Manuel, quien había arreglado aquella reunión de amigos, había sido el segundo en llegar, justo unos minutos después de Paola. En aquel momento ya todos estaban sentados en la mesa. Andrea conversaba animosante con Carlos, mientras Luciana le rozaba de manera coqueta el pie a Pepe bajo la mesa; la única ausente por el momento era Sofía, pero ella era conocida por su impuntualidad. Luego de haber ordenado las bebidas y mientras todos ojeaban la carta, Mandy preguntó a Manuel el motivo de aquella reunión, dado que no era usual que se reunieran todas las viejas amistades sino era por un motivo en especial. Jorge, la interrumpió para que la vista de Manuel se posara en la rubia despampanante que estaba sola en la barra del bar. Podrías ligartela don Juan, le dijo Jorge. Hasta ese momento, Manuel era conocido por sus historias de ligador de mujeres, así como haberse ganado la reputación de macho alfa del aquel grupo de personas que comenzaban a ordenar la cena. Sin embargo Manuel tenía otros planes, y sujetándole el brazo a Mandy, le susurró <<tengo una noticia que darles>>. Inmediatamente se levantó, y la atención de todos se volvió hacia él. - Como siempre he creído que es mejor ir al grano, y más en estos asunto, les vengo a informar -pues al parecer únicamente ustedes no saben, pensó- que soy homosexual y estoy orgulloso de serlo. La mesa se lo tomó en broma como era de esperar. Sin embargo el semblante serio de Manuel, les daba a entender que aquella noticia era cierta. La mesa quedó perpleja. Justo en aquel momento Sofía había llegado, y ante el silencio que se apoderaba de todos preguntó como es normal, que era lo que sucedía. Luciana, que había dejado de coquetear hace unos instantes con Pepe, la puso al tanto de la noticia. Pero si tú eres un mujeriego, le espetó atónita Sofia. Manuel sonrió para luego decir: - Es para que se den cuenta que los hombres también podemos mentir igual de bien que las mujeres.