Martes 22 de Febrero de 2011
" Es claro que el sexo ocasional -e incluso el de muchas parejas afectuosas- trae las virtudes/placeres y hasta poderes curativos que ya he experimentado, sin embargo ayer encontré en el bar a una tal Aubrey o Ms. Murdock, como deseaba que la llamara -rubia intrépida-, que me ha dado mucho más que las horas de goce que se terminan lavando con una ducha. Hablar con aquella mujer totalmente inesperada luego de un acuerdo tácito para encontrar el idioma en que nos comunicaríamos, logró seducir las horas que sucedieron a las 10 pm en un ambiente como el que solo provee el mar. Tocando conversaciones inteligentes - de esas que no se precisan todos los años-, recubiertas de risas tan espontáneas que no son más que el alimento del mismo espíritu -y del cortejo común que coincide con la perfección atea de ambos-; permitió dejar algo más que la huella febril que se borra con la marea, algo más que el recuerdo de sexo que se añeja con los días, en su lugar me dejó algo inusual: besos de sabiduría; y eso no se añeja, eso perdura a la vida misma.
Probablemente estoy loco y mañana puede que vuelva a las batallas fermentadas con sudor desenfrenado, pero al menos a ella la recordaré por encima de las que vengan por hacerme mejor hombre, no por el momento en la habitación, sino porque juntos nos bronceamos en una noche plagada de risas, caricias, servilletas con tinta y neuronas. Todos pueden coger, pero no cualquiera puede pensar.
Ambos nos vivimos, pero sé que ella seguirá siendo una de las odas a la mujer inteligente..."