18 septiembre, 2012

Imaginación descriptiva IV

 

(PÁJAROS Y PERSONAJES)


Pájaros en el alambrado público, en los techos, en las ramas de los árboles que aspiran a ser más altos. La luz de la tarde comienza a languidecer, la lluvia fue pasajera y ahora la mayoría de las aves que hace unos instantes se posaban en distintos lugares, echan vuelo luego de haber observado a los seres humanos desde la altura. Pacientes jueces, su silencio no juzga lo que ven, su comunicación no la entienden los demás. Abajo, en el mundillo urbano, la mujer del 118C que sale de su casa, se mezcla con el resto de personas que llegan al vecindario, mientras que ella en unos momentos saldrá de ese lugar tan pronto como tome un taxi. Lleva en su mente las noticias que leyó en el periódico sobre la inseguridad ciudadana,  teme que le puedan robar el nuevo celular; pero en aquel preciso instante recuerda que su mejor amigo le dijo que la inseguridad ciudadana es realmente baja, una de las más bajas del continente, pero que por el contrario la percepción de inseguridad es muy alta, alimentada en buena parte por los noticieros, de ahí que mucha gente camine temerosa cuando en realidad el asunto no es para alarmarse. De inmediato ella cambia de actitud, asume otro rol, y refuerza la teoría de su amigo en el hecho que en sus 31 años nunca la han asaltado. Finalmente llega a su destino, paga al taxista y se dispone a caminar unos metros cuando empieza a llover; al salir de su casa decidió no agarrar la sombrilla y al parecer le tocará correr y llegar a su destino o mojarse un poco y disfrutar de las gotas que se agolpan por su cuerpo. Decide disfrutar del paisaje de la ciudad, y mientras se moja acude a su mente la imagen de Gene Kelly, de modo que decide sonreír. El sol se ha ocultado y ella finalmente llega a su destino, abre la puerta y antes de subir por las escaleras saca de su bolsa unos guantes que se pone en el mismo instante que su rostro asume una gran sonrisa. Al llegar al final de la escalera saca el arma, cambia el semblante en su rostro y abre la puerta. Afuera no hay pájaros, probablemente se han ocultado, ajenos a los acontecimientos que suceden al finalizar el día.

10 septiembre, 2012

Imaginación descriptiva III


No tenía mayor consideración por el lugar en que lo hacía, si se trataba del sofá, la banqueta en espera del transporte público, en alguna casa ajena a sus placeres  o cualquier lugar del que dispusiera la imaginación; la vocación y el amor que poseía aquel lector para con las letras que otros habían escrito, le había aislado durante buena parte de la temprana época de su vida, un período durante el cual su mente mutaba en distintas formas, mientras que resguardaba con cierto celo los conocimientos y sensaciones que le producía algún libro. En aquella época, su atención se había centrado en el fondo de las historias y argumentos, en los pequeños aspectos que le parecían reales y con los cuales incluso podía reflejarse, sin embargo con el pasar del tiempo se halló de manera instintiva, inmerso en una especie de estudio tan propio y apasionado como los discursos que elaboraba continuamente en su mente y que pocas veces se transmutaban en palabras dirigidas a un público tan real como la cotidianidad social permite. La estructura de las palabras y sus significantes así como las posibles razones de la particular escogencia de las mismas por el autor, el contexto y el enlace de ideas entre cada coma, punto y determinado párrafo, se acumulaban en forma de problemas por resolver en muchas ocasiones. La grandilocuencia de su cerebro ávido de lectura, iba dejando atrás el refugio de tranquilidad para adentrarse en un mundo más complejo que llevaba tiempo germinándose en su mente, el mundo del arte. Inacabable fuente de inspiración y sentimientos se esforzaban por abrirse paso en la polaridad que hasta entonces se había engendrado en su intelecto. Asombrado por el oficio de quienes derriban murallas, corrompían y cambiaban de forma las leyes que se esfuerzan en monopolizar el pensamiento humano deformándolo en ideas de fácil y cómoda acepción, decidió exteriorizar el cosquilleo que pendía de su cerebro para luego deslizarse hasta la suavidad de la lengua y tomar forma de palabra, de oralidad, de su propia comunicación; permitiéndole una conexión pequeña pero significante entre el mundo monocromático del interior social y el exterior personal.