27 julio, 2012

Hermandad

En vista de las constantes interrupciones que podría recibir al contar una historia tan breve, o quizá más que un relato, un pequeño fragmento de vidas ante un grupo de personas que me escucharían; es que me limito a escribir lo siguiente con la fina y audaz intención que quien pretenda conmoverse se sienta en la intimidad necesaria e inequívoca de su mente, sin que tenga la necesidad de demostrar hacia los demás sus sentimientos o demás prerrogativas del espíritu.
Era el punto medio de aquella guerra, que luego sería considerada como la gran guerra de la era moderna. Ambas fuerzas disputaban cada territorio con ferocidad. Nuestra compañía atacaba de forma constante a los que llamabamos el enemigo. Tratábamos de resquebrajar su espíritu y terminar de congelarlo con ayuda de las nevadas que golpeaban nuestros cascos y dificultaban la tarea de mantener los pies secos en las trincheras. El día que nos atacaron, fue devastador. El valor que irradiaban aquellos ojos nos hacía dudar del nuestro. Avanzaban de manera implacable, hasta que una bala dio en el cuello de unos de mis compañeros. La orden de replegarnos apremiaba, pero al no poder cargar a nuestro compañero herido, otro soldado se devolvió a sostenerle la cabeza. Con una expresión en sus ojos que denotaba terror pero comprensión, me indicó que me marchara. Al acercarse los soldados que nos hacían retroceder, y en el breve momento que me hizo contemplar aquella escena de dos jóvenes, uno sosteniendo la cabeza de otro mientras este último se desangraba, alcancé a escuchar que el hombre ileso me decía: - Tranquilo, sé que se acercan quienes pudieron ser amigos o hermanos nuestros, aunque probablemente ya sea muy tarde para pensar eso y no nos reconozcan como tales.

5 comentarios:

  1. En esta hermandad somos muchas personas y siempre hay un momento en el que recuerdas a alguien porque en alguna ocasión las piezas que nos arman encajaron en el inmenso puzzle que forma y dispone la amistad y la coincidencia, a la vez que también nos blinda de los otros.

    pero... ¿usted no cambió tanto, no? o sí? no pasó nada especial y diferente en su vida que le haga escribir este asesinato tan doloroso?.
    Eso espero.

    Un saludo

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    1. Sólo pasó el pensar Esilleviana. Nada tan grave en realidad. El inmenso puzzle nos atrapa a todos.
      Un abrazo.

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  2. El tiempo pasa, la gente cambia, la muerte es la única que permanece para siempre igual.

    O eso dicen, porque si confiamos en Lovecraft...

    Un gusto volver a leerte tan pronto.

    Saludos

    J.

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    1. Irónicamente, si todo dejará de pasar, la muerte también moriría.
      Saludos José.

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    2. Podría ser, ¿por qué no?

      Suerte!

      J.

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