28 abril, 2012

Anticuento

Tenía clavado en la mente aquel mito de la mujer sin rostro, esa que se encuentra en una permanente posición de espalda. Siempre soñaba con ella. Siempre se le colaba entre sus ideas aquella imagen que representaba duda, intriga. Parecía una no-puja constante: ella no pensaba mostrarle el rostro si él no se lo pedía -vaya a saberse el por qué estaba formulado su mito de esa manera-, y él quería que ella mostrara su cara sin necesidad de pedírselo; puro orgullo o cobardía decantaban las voces en su cabeza. Y así transcurrieron unas cuantas semanas, hasta que un día cansada de esperar, comenzó a caminar en dirección contraria a él; y así su espalda se fue haciendo cada vez más pequeña conforme se alejaba. Nunca se conocieron, la duda se perpetuó y el mito migró a otra mente esperando una resolución para volverse realidad.

6 comentarios:

  1. Los mitos siempre andan a la vuelta de la esquina para que los cobardes los tomemos y creamos sus mentiras.

    Abrazo!

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  2. Ninguno de los dos quiso conocerse; ¿por qué? por miedo a perder la magia que los envolvía, por no sentir la decepción de comprobar los defectos del otro o por no descubrirse totalmente ante el otro... habrá tantos motivos por lo que esa pareja nunca se llegaron a encontrar.

    un abrazo escritor :))

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  3. A veces, una simple palabra a tiempo resuelve todo el problema. Por orgullo o miedo no decimos lo que debemos decir. Pero con las mujeres nunca se sabe...

    Abrazo!!

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  4. Los sueños sueños son... y lo mejor es que se queden ahí

    Besicos

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  5. Emilia, Esilleviana, Peregrino, Belén, Arya:
    Muchísimas gracias por los comentarios.

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