17 marzo, 2012

Víctor

Inservible. Al margen y olvidado. Pensionado e imperceptible. Con una casa llena de polvo, descuidada. Dos automóviles. Uno aparcado y fuera de servicio desde hace cuatro años, el otro solía usarlo para irse todas las mañanas. Adentro de la casa se acumulaba el olor de ausencia. Raras veces se le veía caminar por el barrio, y es que el ruido que provocaba sobre la acera era el mismo que el de su sombra al deslizarse bajo las zapatillas negras. Sin embargo y contrariando su esquema fantasma, se le veía en las noches cuidando del jardín que había sembrado con Marta. Afuera de la casa e intactos al paso del tiempo, siempre los rosales.

4 comentarios:

  1. Creo que cada persona debe intentar vivir del modo más libre que su capacidad de desevoltura le permite conseguir. Si él era feliz cultivando rosas en las veladas nocturnas, lejos de la vista de los demás, era una actitud muy respetable.
    Me ha gustado esta pieza dramática breve y clara.

    Recordar a alguien de manera coherente y ordenada, no resulta tan valetudinario jaja.

    un abrazo

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  2. Ayer no pude comentar "Victor", ya no me dejó.
    ¡Qué terrible esta soledad! qué descripción tan tremenda.
    Que bien manejas el lenguaje Sr. Zimmer. Vas empapando el relato como el aceite espeso derramándose sobre la tarima, lento, ganando espacio, en silencio, olvido, se puede tocar. ¡Qué penitencia! seguir cuidando los Rosales.

    Un abrazo

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  3. Que tristeza... nadie debería envejecer solo, pasando desapercibido... en lugar de aprovechar esos años en que aún hay vida en el cuerpo y aire en los pulmones.

    Besitos

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  4. La eternidad del recuerdo, más allá de todos los posibles.

    Brillante texto Alejo, como siempre.

    Saludos

    J.

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