20 marzo, 2012

Final

Su caminar era tan balanceado y grácil como el movimiento de la falda que usaba aquel ocaso en que nos conocimos. Poseía una sonrisa adictiva y unos ojos que parecían pintados al óleo. Era delgada, con el cabello libre y sus pestañas recordaban lo maravilloso que resultaba soñar. Su delicada figura había sido delineada con la misma perfección y meticuloso detalle que sus labios. Siempre acostumbraba a usar zapatillas como si esperase a formar parte de algún final inesperado. Tenía la perfección de su edad y la madurez que acompaña al dolor de espíritu. Estaba loco por ella antes que me dirigiera la palabra. Ahora la falta de su voz me dibuja su acostumbrada sonrisa melancólica. La premura por vivir adelantándose al presentimiento. El césped en los pies, los dolores que no se marchan y la sombra infinita, rota, extenuante y de horas imposibles; no son más que los ocasos que no acaban por llegar, del anochecer ya inexistente, del beso hasta que nos encontremos, de la vida y de la muerte.


Al final de la vigilia, el amor será el sueño que nos reencuentre.
Para Antonieta 
A.G

6 comentarios:

  1. Melancólico como éste otoño recién nacido...
    Besos!!!

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  2. Es la parte bonita del amor... la ensoñación!!

    Besicos

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  3. Lo más duro no es morir, sino del sueño en que ha sido capturado el corazón. Me encantó el texto. Un abrazo!

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  4. Permanecer en ese pequeño lar con el fuego encendido y con los restos de leña de temporadas pasadas, en estos tiempos se consideraría ecológico (jaja), económico y asequible... aunque se tenemos en cuenta a G. Flauvert hablaría de nostalgia, melancolía y algo frecuente en las personas: los recuerdos.

    Me gustó mucho este relato.

    un abrazo Alejo Z.

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  5. Enamorarse de un poster, de una mujer poster que te quita el sueño te puede llevar a morirte de melancolía. Superado el asunto del amor que nos vuelve estúpidos y pasado el tiempo, todo se convierte en una parodia de nosotros mismos, en una desmitificación de ese estado de enajenación mental, hasta el poster nos parece ridículo después de unos años. Todo, hasta que se nos vuelve a cruzar otra mujer rotunda, como la que maravillosamente describes, y de la que hasta yo me he enamorado. ¿O lo he soñado?

    Abrazos Sr. Zimmer

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