23 agosto, 2011

La última palabra


Aquella mañana Ramírez se despertó embargado por un sentimiento resoluto. Por un momento le fue difícil creer lo que estaba a punto de hacer. Prueba de ello es que por poco da marcha atrás a la postura recién adoptada. Sin embargo tras una riña con el espejo se dijo que aquello era definitivamente lo mejor y no iba a dejar pasar la oportunidad de tener la última palabra sobre el asunto. Rebuscó entre sus papeles y encontró el número telefónico de Anastacia. El tono de espera del teléfono unicamente sirvió para acrecentar sus pulsaciones cardíacas. Realmente no podía creer que luego de veinte años, había dejado de lado el amor platónico sentido hacia Anastacia, y ahora estaba a punto de decírselo. Era el momento de acabar con aquel aire de arrogancia con el que ella lo había tratado producto de la develación de sus sentimientos. Finalmente del otro lado del teléfono despertó una joven voz. Ramírez se limitó a preguntar con un marcado acento cobarde por su ahora ex amor. Vaya golpe el recibido cuando la joven y amable voz le anunció que Anastacia -quién era su madre- había muerto dos días atrás. Ramírez colgó el teléfono. Perplejo y con una rabia creciente, no podía creer que ella hubiera muerto pensando que él nunca la pudo superar. Que momento más inoportuno para morirse. De ahí.

11 comentarios:

  1. jajaja

    eres muy ingenioso.
    pero quizá mejor así, no crees??
    volver a retomar un viejo amor que, por otra parte, nunca es igual, llevaría consigo desilusión, decepción y desengaño... algo tremendo y costoso superar.

    y probar con su hija??
    (perdón por esta broma... es solo un entretenimiento :))

    un abrazo

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  2. Alejo,
    Que gran relato donde nos dejas los asuntos pendientes que ya siempre se le quedarán dentro a Ramírez, más, cuando Ramírez, somos un poco todos.
    La muerte es la primera ironía de la vida. Las Oportunidades no esperan.
    Abrazos

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  3. Hacía tiempo que no pasaba por acá. Veo que ha cambiado!
    En cuanto al texto, está bien, pero me pareció que pudo haber sido más extenso, que la historia lo ameritaba... o tal vez simplemente yo me quedé con ganas de leer más, de enterarme más de ese amor platónico que Ramírez tenía.

    Saludos, tincho

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  4. jajaja excelente relato, excelente escritor, besos

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  5. Ja ja ja ja ja ja ja y + ja ja ja
    + ja ja ja + ja ja ja ja
    Ay perdona, es que yo río sumando :)

    Ja ja ja ja + já.

    Es la típica historia cliché pero al revés. Me gustó y sobretodo me hizo reír mucho.

    Genialidad humorística.
    Un abrazo Alejo.
    Gracias por tus comentarios.
    Nos seguimos leyendo.

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  6. noooooooo, resusítenla, resusítenla, carajo. uno no se puede quedar con esos sentimientos atravesados.

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  7. Eso pasa por dejar las cosas para otro día o en este caso para otra vida.


    Besos

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  8. Jojojo Esilleviana, retomar no, por el contrario: al fin dejar (sino hubiera tenido que incluir un infarto en el relato). Pero probar con la hija... dicen que cuando la puerta se cierra, se abre una ventana jajaja.
    Mi afectuoso abrazo.

    Efectivamente Antonio -tremenda observación- Ramírez somos un poco todos, le robo la frase. Y la muerte, un chiste más. Un abrazo.

    Letizia, pero toca al final toca morir, y no pasa nada. Besos.

    Tincho, grato verlo por acá -yo he pasado por su blog leyendo asiduamente aunque a veces tarde en publicar... y que falta de cortesía la mía escribirle acá-. De la extensión del relato, confieso que una de la intenciones iba dirigida en ese sentido. Al final siempre terminamos queriendo más o menos algo. Gran saludo.

    Muchas gracias Patricia, grandes adjetivos. Besos.

    Un placer hacerla reír matemáticamente Naty. Un abrazo, y sí, nos seguimos leyendo, no hay duda de eso.

    Miss Banfrula, el tiempo suele apremiar y continuará siendo un cabrón jaja.

    Seamos compasivos con la estupidez de Ramírez Luna jaja. Bienvenida y un beso.

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  9. Hay que tratar de no quedarse con nada en el pecho, sino después es tarde.
    Abrazo!!

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  10. A la Oportunidad la pintaron calva por detrás y con una melena por delante, porque cuando pasa ya no hay forma de agarrarla. Pero pasados 20 años, no queda pelo ni delante, amigo.

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