La verdad es que uno no sabe que cartas le darán, y menos las que tendrá la persona al frente. La travesía que se toma para incursionar en territorio desconocido apuesta y se tambalea entre la fortuna y el que le diré. Hay quienes embriagan a la valentía mientras que otros la disfrazan con palabras al oído o manos en lugares urbanos. Juzgue usted.
Sin embargo el teatro que se desarrolla entre el plural de Afrodita y don Juan, resulta historia de nunca acabar y por demás desgastada, al menos hasta que aparezca quién se atreva a contarla de forma distinta, desembocará en las mismas aguas. Realmente no hay cuentos nuevos, solo juglares intrépidos que hacen malabares para distraer del final previsto. Quién te cante la mejor versión de los mismos sonetos se lleva el premio con daños colaterales incluídos.
Las mentiras solo dañan en el tanto que te las creas, y las verdades duelen cuanto más desconfías de las mismas. Es inevitable la tentación de balancearse en esa cuerda que más que floja, se tensa con la convicción con se pisa. ¿Y los dolores? A esos los cura el vivir lo suficiente para aprender a conllevarlos. Inevitablemente la perspectiva cambia, pero nadie reza que son los mismos ojos los que mirarán hasta que la brisa te los cierre.
Al acercarme al final de esta entrada, me llaman los cantos de sirenas, las cenizas sin ave fénix, los poetas despojados de musas, los arcoíris en invierno, la radio sin internet, los sueños con insomnio, las putas perfumadas y las santas inmaculadas, los placeres y las complicidades, la mentira de la verdad, los amores de cigarrillo y los te quiero pero no esta noche, la inmortalidad de Romeo y Julieta, y las alegrías efímeras de la ignorancia, los besos robados en las camas viajeras, los romances de verano y el café de invierno, el tú conmigo y el te amo sin yo... Pero mientras tanto, seguiré escribiendo hasta que los peces de la inspiración sean libres de nadar en el vasto océano de la imaginación.
Sin embargo el teatro que se desarrolla entre el plural de Afrodita y don Juan, resulta historia de nunca acabar y por demás desgastada, al menos hasta que aparezca quién se atreva a contarla de forma distinta, desembocará en las mismas aguas. Realmente no hay cuentos nuevos, solo juglares intrépidos que hacen malabares para distraer del final previsto. Quién te cante la mejor versión de los mismos sonetos se lleva el premio con daños colaterales incluídos.
Las mentiras solo dañan en el tanto que te las creas, y las verdades duelen cuanto más desconfías de las mismas. Es inevitable la tentación de balancearse en esa cuerda que más que floja, se tensa con la convicción con se pisa. ¿Y los dolores? A esos los cura el vivir lo suficiente para aprender a conllevarlos. Inevitablemente la perspectiva cambia, pero nadie reza que son los mismos ojos los que mirarán hasta que la brisa te los cierre.
Al acercarme al final de esta entrada, me llaman los cantos de sirenas, las cenizas sin ave fénix, los poetas despojados de musas, los arcoíris en invierno, la radio sin internet, los sueños con insomnio, las putas perfumadas y las santas inmaculadas, los placeres y las complicidades, la mentira de la verdad, los amores de cigarrillo y los te quiero pero no esta noche, la inmortalidad de Romeo y Julieta, y las alegrías efímeras de la ignorancia, los besos robados en las camas viajeras, los romances de verano y el café de invierno, el tú conmigo y el te amo sin yo... Pero mientras tanto, seguiré escribiendo hasta que los peces de la inspiración sean libres de nadar en el vasto océano de la imaginación.