29 junio, 2010

IMPERFECCIONES AGUDAS

Una plazoleta efervescente llena de colores, una docena de mujeres, un par de niños y varios hombres concurrían, el hombre de la tienda azul y la que podría ser su mujer se despedían; todo esto observaba Rupertina mientras unas campanadas efusivas -o deprimentes- hacían eco en su cabeza que no hacía otra cosa que repasar las advertencias de su amiga Carlota: Ese tipo, el que escribe muy bonito, y adorna lo que te dice, no es de fiar; la imaginación que dices que tiene, perfectamente le puede servir para ser el mejor mentiroso que haya engendrado la humanidad. Y ahora en ese preciso momento nuestra querida Rupertina se hallaba frente a frente con aquel supuesto engendro de marcado romanticismo -o de sobradas falacias- el joven Cloriberto. Sin embargo, la idea de un futuro con aquel hombre la tentaba, necesitaba matar esa idea para mantenerse a salvo, para no mostrar todas sus fichas y quedar expuesta a una jugarreta de Cloriberto; por eso, luego de pensarlo 5 veces, disparó la pregunta que iba encaminada a tomar a su pretendiente fuera de base:
- Muy bonito todo, pero decime: ¿como sé que esto no es más que un jueguito,una hablada, una gran y gorda mentira para sumar una estadística a tu haber de conquistas?. El nerviosismo se coló en las últimas palabras que pronunció, justo cuando el temblor de sus manos trataba de disimularse en las caricias a su cabello.
- ¿Acaso la conquista no es un juego?- Y dicho lo anterior, Cloriberto advirtió de lo mal que había sonado aquello, e inmediatamente agregó - Aquí el único problema es que pareciera que desconfias de mi; mientras yo, cada vez creo parecerme más a un bobalicón torpe cuando estoy con vos.
Rupertina no lo miraba, no sabía si estaba a punto de cagarla, pero todas sus experiencias, pensaba, la habían empujado al camino de la desconfianza absoluta, donde nada es lo que parece, y que este mundo está más fregado de lo que uno piensa. Pero por otro lado, siempre estaba en un rincón ese aparato que iluminaba sus días: la esperanza.
- ¡Ay Cloriberto! o sos el hombre perfecto, o el mentiroso más grande- Y para sus adentros pensó que de cualquiera de las dos formas, le fascinaba ese hombre; el problema era que una opción le terminaría doliendo más que la otra.
Al llegar a la estación, ambos sabían que era el momento de despedirse; Rupertina sintió que Cloriberto la besaba eternamente al lado de sus labios mientras ella solo atinaba a quedarse de piedra. Horas más tarde, de camino a su casa, sus dudas se disiparon, y la embargó el desamparo: aquel gesto mínimo que rozó la comisura de su boca, aquel beso de despedida... - ¡Maldito círculo vicioso!. Alcanzó a susurrar, mientras el paisaje pasaba veloz ante sus ojos.

6 comentarios:

  1. Hay tantas historias de Rupertinas y Cloribertos (me encantan los nombres) en "este" mundo... Tantos "el que escribe muy bonito, y adorna lo que te dice". Hay rey de reyes!. Tendria yo para escribir una novela de todas las que me sé.

    Al final es simple: cada uno sabe como se mata... Cloribertos o no. Rupertina solo vive :)


    Abrazotesss Alejo!

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  2. Si hay algo que se nos queda grabado en la memoria es aquel momento en el que no hicimos algo que ansiabamos hacer... y tuvimos la oportunidad para hacerlo...

    Esos instantes no nos dejan en paz, y se preservan con el tiempo...

    Muy buena historia alejo.
    Un saludo

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  3. Vos y tus nombres, ajajaajja me encanta.

    Yo creo que las habladas siempre van a estar, la magia es probarla para endulzarnos, pero no tragarla. jajajaja

    Besos!!!

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  4. ¿sera que solo los cloribertos engalanan las palabras?.Me queda la duda

    buen texto

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  5. Que dure lo que tenga que durar, no? Mientras guste lo que es, que siga durando!
    Un abrazo.

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  6. Arya, pues a escribir la novela, que ya tenés un lector asegurado.

    Nayuribe, son como las agujas del reloj, no paran de perseguirse, pero al final aprende a vivir.

    PaU, sienpre van estar (lo que crece es la desconfianza y el aprender a degustar)

    Anónimo, JAJAJAJA Indudablemente no, más las acciones también.

    Valebé, hay que sacarle provecho al continuo giro de la rueda, y degustar hasta que ya no se pueda.

    Un abrazo, que hasta aquí llego yo.

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