La puta del léxico

Diciembre 18, 3:00 am

Como escritor del bajo mundo literario, como aquel que retoca los temas que ya han sido adornados por otros dedos; el sexo y yo nos colamos por la ventana de la clandestinidad que lleva al camino de la tertulia siempre sin terminar.
Así he de caer en cuenta por accidente ajeno, que ante la probable necesidad de rodearse de los placeres de aquella caja de pandora que algún día se abrió, se pueden librar batallas, discusiones sin sentido, ya sea figurando como creador o como vícitma, solo con el ánimo de desahogar la energía que hace mella en la sombra de las sabanas que ya no se tocan. Sexo como forma de regar las gotas de fuego que se acumulan en el fulgor diario? quizá, no lo puedo asegurar, solo puedo dejar unos puntos suspensivos para no llegar a acertar en la equivocación.
Y quién no aprecia una buena revolcada que deje saldadas las cuentas del placer, en donde a la vuelta del espejo espere el dibujo de una sonrisa. Claro, arma de doble filo puede resultar el apañarse, pues las 500 noches de olvido pueden esperar a la vuelta de la esquina, sin intención de desprestigiar el placer recién/próximo vivido; aunque existen quienes exploran el viaje que resulta de la ninfomanía a la castidad: de todo hay en este planeta, si no que chiste tendría los caprichos que le ofrece la vida a las personas.
Resulta desde cierta perspectiva curioso, presenciar el efecto en las personas que se conocen y conocemos (nosotros mismos) de la terapia llamada fornicación, aquella que dibujó en verso Bennedetti, y que conlleva a la fermentación del deseo con el pasar del tiempo, todo con el propósito, de una adecuada degustación conforme pasa el tiempo, para asistir al salón de prácticas como maestro o alumno; pero ambos con el placer dibujado en los labios, la complicidad hecha un ombligo, el pecado transformado en lengua y la inocencia asomada por los ojos: todos adjetivos del sustantivo de cuatro letras que a todos les da por llamar distinto.