31 diciembre, 2008

El Baúl de las esperanzas

Esta soledad se ha convertido en una locomotora interminable que no se detiene y que no permite abandonarla; dentro de ella, se mantienen conversaciones diarias con un lánguido anhelo, mientras que la tristeza hace de tanto en tanto de compañera de cuarto, velando cada vez que puede por los sueños.

Diariamente se empacan los sueños y risas, con la resignación de quien espera una condena que no acaba de llegar, prolongando la miseria y la desesperación.

Así transcurren los días de aquellos que juegan con el olvido y cicatrizan sus heridas con limón y alcohol, En donde las reminiscencias de alegrías son tan distantes como el inmenso océano que refleja un sol apagado; al tiempo que miro al espejo y no reconozco al otro individuo con mirada vacía y sobrio de valor.

El cansancio de guerras perdidas arrulla las esperanzas hasta dejarlas sumidas en un profundo letargo, mientras la resignación susurra al oído y nos convence que soñar significa darle la espalda a la realidad.

Avanza y avanza el tortuoso camino que siguen los incontables vagones de este imperturbable destino se dirige a lo desconocido, echando a andar con las palabras como combustible, aquellas palabras que se entumecieron y pudrieron en las gargantas moribundas.

Negra es la noche que nos acoge hoy compañeros de viaje, pues nuestra fe se ha quedado atrás y el temor carcome nuestros pensamientos al darnos cuenta que ya no conocemos otra vida que no sea este infierno que llamamos hogar.



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