Con una honestidad brutal la pasión le crecía de entre las manos con la intensidad con que el idiota intenta capturar el humo con su mano. No conseguía calmar las mariposas -de color montaña- que antaño se anidaron junto al desorden que crecía en su estomago cada vez que la veía. El humor, perdón, el amor, es un cigarro que sin saber intentas dejártelo adentro; no te mata su presencia adictiva pero sí su ausencia intempestiva; le había dicho con tono solemne la última vieja en la playa del último mes, la de los centavitos. Ah, la historia repetida, se moría cada año el calendario repleto de locuras, la baba de los callejones, la furia de las excesos y la pasividad de una melodía ensordecedora, atronadora quizás, pero nunca desafinada en su silencio rocoso. El sentido de la existencia lo había encontrado esta vez en la cama de arena, en la tarde de Montezuma, rodeado de calles y colores, de sonrisas arbolescas, de ardillas intrépidas que nunca paraban de comer recuerdos. Qué juego más maravilloso el perpetrado por todas las olas que nunca paraban de juguetear mientras el sol las excitaba con su toque gentil que se perdía en el horizonte. Los renglones no se agotaban, la idea principal era una desconocida, el pasado había pasado demasiado rápido mientras el futuro siempre se anidaba con la prisa de quién corre y respira el viento de Malpaís. Las letras llenas de bruma, inverbes, codiciosas o tal vez maliciosas; se esforzaban en formar nuevas palabras con su ya nada inesperado sentido bígamo de juntarse unas con otras sin aparente orden, o al menos fidelidad. Que pintura hacen las gaviotas cuando le roban al agua sus frutos, mientras los árboles eclipsan el clamor del arte de fornicar, o de "amar", como algunos suelen etiquetar. Que juego y que ganas, que tranquilidad y que ojos (que libertad) que iracunda la noche, que pronto se alejará y solo será asidero del vacío de la luz con sabor a paraíso junto a la brisa salada que rebota en la piel como bálsamo de alegría desenfundada. Cuán brutal es la honestidad de una pasión que se ha escapado de las manos que ataban a la cama. Cuán caprichoso es el recuerdo de una concha marina que sostiene la subjetividad de la mano citadina. Más que un "Pura Vida", eres nuestra tierra. Entre tus hojas, el tiempo se nos volvió a agotar. Hemos regresado, pero no somos los mismos (una vez más).