Daniela se daba prisa para finalizar los últimos detalles del proyecto. Intentaba apurarse porque sabía que de no alcanzar a tomar el tren de las cinco, tendría que abordar un taxi, y dada la lluvia, esto último podría demorar indefinidamente. El reloj marcaba las cinco menos diez, y los pensamientos de Daniela iban y venían entre el trajín actual y las ansias de llegar pronto a la cita de las seis. Finalmente terminó. Corrió a la oficina de su jefe, le entregó el proyecto, se excusó y al cruzar la puerta se sintió aliviada. Tomó con apuro las...