30 septiembre, 2010

DE LUCIÉRNAGAS EXTRAVIADAS

De pie en la sombra de una pared se fumaba el último cigarrillo mientras la neblina confundía el vaho del frío y el humo que enfermaba su cuerpo. Se había sentado como queriendo encontrar el equilibrio gravitacional en sus muslos, con el cabello mojado y las manos temblorosas a pesar de ocultarse bajo el abrigo negro que le abrochaba cuatro botones. Ahí estaba Victoria, sola entre las casas que duermen, pequeña ante la calma, pensativa, casi mimetizada con el entorno que la dibujaba a la interperie. Delgada y fugaz como la horas, impermeable ante las conjeturas y vacunada por una noche contra los tractos de letargos que sueñan a futuro con ilusiones próximas ya adormecidas. Todo pasa y no se puede hacer más, solo seguir adelante como siempre; se descubrió diciéndole a sus zapatos azul metálico, mientras que el viento impulsaba a esa extraviada luciérnaga que intentaba calcinar la luz de la Luna a media noche. No estaba ataviada de pensamientos aparentemente inútiles que gastaban tiempo, solo un poco vacía de suspirillos imprecisos y descoordinados Esa semana había sido suma de circunstancias, tentaciones acumuladas en el cielo plomizo que como una ráfaga importunaban a quienes desesperaban con canciones de recuerdos en tardes de lluvia sin paraguas. Pero en aquel momento la suma esperaba el balance: varias ganas a medias de distintos colores, un hilo de meses que finalmente había encontrado quién lo cortara, unos ojos de espejo que no devolvían su mirada; pero que al final de aquella noche que ahora despuntaba la una de la mañana, todo era parte de ayer, al fin y al cabo ya quedará mañana para preocuparse del futuro. Por ahora una sonrisa de DaVinci parecía ser apropiada para irse a dormir, que del resto se ocuparán los sueños de la madrugada.

21 septiembre, 2010

ELEVADORES EN VILO

Entre dos ascensores que no saben de amores. Uno que espera impaciente y el otro que no tiene prisa. Con mundos que suben y que bajan, que cambian de estaciones, que no anestecian pasiones. Perfumes que no se olvidan y que sufren de claustrofobia. Con su permiso al cuarto que si no aviso me bajo en su sexto, que para alcanzarla todavía falta prisa mientras a su otro lado sobra desespero. En la agonía de locuras, la saliva se comparte por esas aberturas que no hacen caso a un sin sentido mundo que restringe el contacto por miedo a contagiarse de humanidad: que si inventan epidemias para distraernos, nos inventaremos coraje para tocarnos. Y poco a poco me hago viejo sin calendarios en el bolsillo pero con barbas urbanas de damas que suman canas. Con ideas tan huérfanas que acumulan páginas independientes como la vida de los amantes, se gastan los cimientos de grafito evaporados por los cigarrillos de lunas en anticipo. Tramposo el puto tiempo que solo de números entiende, en especial cuando hay que ser eterno para saborear el contrabando de sudor que dejan unos muslos cuando abren paso a las bragas negras que descienden hasta el sótano de los pies, y sin más, deletrean el color de la imaginación con las caras que no se puede disimular. Siéntate en el colchón, lléname de alcanfor y préndeme la llama diosa de la inspiración. Que ahora los peregrinajes naufragan en las estrellas llenas como ojos, brillantes de sirenas que no creen en puertos, de poetas carentes de ideas camaleón; de ganas que suben y de escritos que bajan. Con la anacronía a un costado y la ninfomanía al otro, es una osadía buscar al amor en rebaja mientras a las huellas se las lleva la mar. Que a la soledad todavía no se le acaban las botellas pero se sigue muriendo de sed; mientras al desvarío asesino lo mantienen las musas en vilo.

14 septiembre, 2010

QUEEN OF THE SUPERMARKET






Todo gracias a la mujer del supermercado que capturó mi imaginación unos segundos y a la canción de Springsteen.

Creo que se levantaba a eso de las seis y treinta de la mañana, pero los fines de semana me imagino que lo hacía dos horas más tarde. Lavando sus jeans y ropa interior para colgarlos donde el mismo pajarillo la miraba todas las mañanas mientras desayunaba, era como pasababa las horas recién nacidas de sus sábados. Sin embargo entre semana, cuando se necesitaba trabajar, la reina del supermercado abría la ventana para preguntarse como se sentía aquella mañana, y sin subestimar aquella pregunta, sabía que la trascendencia de su respuesta afectaría el destino del par de zapatos que usaría, teniendo como efecto colateral la vestimenta a usar y la escogencia de alguno de los 14 pendientes a colgarse. Pero era su cabello el que parecía anesteciar el tiempo, el esmero que este requería era digno de admirar -sin mencionar los días que había tocado lavarlo- tenía que parecer natural pero sofisticado: una corona que caía por los hombros y que eran testigos del aroma perfumado que impregnaba su cuello y dorso de las muñecas; todo antes de impulsarse a cruzar la puerta de su recién alquilado apartamento. El color de sus labios ciertamente no era parte del ritual hogareño, sino que pertenecía al milagro de pintarlos en el trayecto de 14 minutos que le tomaba al autobús llegar hasta el supermecado, dejando como resultado la obra de arte diaria de hacerlo sin siquiera mirarse al espejo y no haberse equivocado ni medio centímetro. Al llegar, saludaba a los compañeros que junto a ella, eran parte del campo de batalla comercial de productos de limpieza, comestibles, artículos para el hogar y demás estanterías con precios dibujados por todos lados. Pero sin inmutarse, nuestra reina del supermercado caminaba decidida a tomar control un día más de la zona exclusiva para la parte que tanta vanidad genera, como lo es el cabello. Experta en amabilidad, podía incluso orientar a los consumidores que extraviados buscaban el consejo de una mujer que sin cinta cruzada ni azul en la sangre, demostraba su realeza. Pocos escapaban de ser absorbidos por su belleza latente, pero era otra cosa que la reina del supermercado daba que se encargaba de trascender el mercado que fluctuaba entre los estantes a sus espaldas, de acompañar lejos del lugar en donde los coches de compras desaparecen y que siendo lo único humano que podía llevarse sin necesidad de registrarlo, conquistaba el día de cualquiera: su sonrisa de reina de supermercado.

ANÉXO DEL DECÁLOGO

  1. No es hablador (si se ocupa la literalidad: no habla mierda)
  2. Es caballeroso hasta donde se le permite.
  3. Sabe adecuar su lenguaje.
  4. Sabe mantener su posición y defender sus puntos.
  5. Si toca mentir, las hace cortas, creíbles y a los ojos (y no se permiten las caras de nunca lo he hecho)
  6. No es una pega.
  7. Luego de cierto kilometraje: aprende que la mayoría de señas provienen de lenguaje corporal.
  8. No liga borracho ni con "hongos silvestres".
  9. Aunado a lo anterior: no anda hediondo, y procura oler bien (no subestimar el poder de la nariz
  10. Y por último: no anda buscando fórmulas "seguras" ni se toma a pecho listas como esta. Y al que lo hace deberían clausurarle los pantalones.

P.D Aunque tarde como siempre, iré llegando a sus blogs: palabra.

11 septiembre, 2010

DECÁLOGO + 5 (DESORDENADO A SU GUSTO)

En noches de tragos a veces se vienen temas de conversación, que aunque ya manoseados, siempre entretienen. En este particular caso, escribí lo que le quedaba a mi memoria de la conversación de 2 hombres y 3 mujeres en una barra de bar. Por ello decidí variar con un tema tan universal como "las pautas- contradictorias" a seguir para que el ligue-macho se contente en una noche; y por favor querid@ lector(a), no se lo tome a pecho, que los tragos hablaron.

  1. Aprende a escuchar.
  2. Revela poco de su personalidad, es decir no pasa toda la noche en un lento baile con el egocentrismo.
  3. No anda buscando monedas en el suelo. Procura mirar de frente y a los ojos, conserva la calma sin padecer de Parkinson (movimiento excesivo de manos y pies)
  4. Sabe lo importante de conseguir una sonrisa (sin ser payaso) en lugar de centrar la atención en sí mismo.
  5. Reconoce que no se trata de una entrevista.
  6. Cree en el concepto minimalista .
  7. Demuestra originalidad de forma suelta, y ante todo seguridad sin rayar en la soberbia.
  8. Sabe que no es un actor: es natural (para bien o para mal).
  9. No es matemático: no cree en formulas seguras. Cada persona es un mundo.
  10. Tiene la mente en el presente, es decir, sabe que no necesita una máquina del tiempo para traer a colación su pasado y menos hacer devaneos para querer viajar al futuro.
  11. Cancela los comentarios sobre otras mujeres.
  12. No es un maestro del conocimiento, y si no conoce algo, no tiene miedo e preguntar, al contrario muestra interés por aprender en lugar de pasarse de listo con un comentario que evidencie su ignorancia *tomar en cuenta la clase de tópico a considerar, sino puede darse el permiso de asentir y luego buscar homologar el tema.
  13. Lo que amarrado al otro punto, sabe cuando callarse.
  14. De la misma forma sabe que no siempre se gana, y retirarse a tiempo es una virtud que solo se consigue con unas cuantas embarradas en el currículum.
  15. Sabe que no existe forma para cumplir con la perfección, que siempre su mente le traicionará de múltiples formas, porque en ocasiones la contendiente de enfrente propicia la ruptura de todo lo anterior y lo hará tropezar; pero de una u otra forma aprende a adaptarse, a tener la frente en alto, para hacerle justicia a Darwin y su teoría de la evolución.
Y como claro que hacen falta pero se hacía muy larga la entrada, será hasta la próxima

05 septiembre, 2010

SIMPLEMENTE

Recordando al joven que le escribía a las madrugadas de la ciudad en penumbra, escribía que era inevitable; simplemente porque no quería despertar junto a nadie que no fueras tú. Caminando en línea recta pero distraído en cada esquina, estaba seguro de llegar a ninguna dirección, sin vestigios de decirle un te amo o un te quiero, sin querer pensar en nada, los huesos trémulos solo rozaban la carne cuando no podían pensar más que en ti. Y ciertamente los tiempos eran difíciles, y se pondrían más intrincados los caminos por recorrer, pero la certeza exacta del humor clandestino dibujaba un inevitable, no podía ser como otra cosa, más que la contradicción de no querer despertar lejos de esa cama. Comprender que acostarse y ganar el respeto de una mujer eran ambos antónimos de una misma ecuación que se llama mujer, era un privilegio que pocos atendían simplemente porque no podían descifrar los rastros de las estrellas. Y cuando los vientos vacilaban que era un tonto, no podía más que asentir, simplemente porque no quería despertar sin ti.
Y cuando el blues es el sentimiento, las letras solo aparecen; aún cuando tu espalda desnuda provoca que mis ideas se nublen, lluevan, naufraguen o brillen con el azul del cielo; una noche nunca es suficiente cuando solo se permite embriagarse de perfume. Razones sin motivos abundaban justo cuando el joven se despedía. Porque no podía evitarlo, una mujer se había tropezado con sus zapatos, había desteñido sus jeans, tejido su piel y humedecido sus labios. Es inevitable, no podía hacer otra cosa que en las despedidas pensar en otra que no fueras tú. Sin arrepentimientos, con mil hazañas a las cuales sobrevivir y con la conciencia que el odio ni el amor existían entre ellos, pensaba que solo cabían momentos por los cuales sobrevivir. Pero cuando la voz ajena del joven se atrevía a saborear el dulce roll del rock, siempre sonaba un blues que lo hacía recordar que la vida se encaprichaba sin importar los años, en recordarle que para caminar hay que dejar de gatear, que la vida se compone de la piel tostada por el sol que ha quemado a tantos otros, y que ahora brilla en el mismo cielo que más tarde dará paso a la luna que acompaña al hombre que sin poder escapar de su vida, le roba pensamientos al frío para poder calentar un cuarto: simplemente porque ahora que te ve dormir, no quiere pensar en otra que no seas tú.