La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante.
S. Kierkegaard
Los minutos transcurrían como si nada les importase. Desde el momento de su llegada, la desolación se había ido apoderando de su interior, y a medida que la noche se expandía, el nudo en la garganta formaba un compás sincronizado con los atribulados pensamientos que le cruzaban por la mente; cada minuto era una lucha constante por disfrazar la expresión en el rostro. Ahí estaban ambos, tan cerca pero alejados por las circunstancias, en silencio. La pesadumbre de la muerte sentimental la hacía bajar a menudo la mirada. Había pasado tanto tiempo y sin embargo el olvido se había detenido en algún momento, como si se tratase de un ser implacable que por alguna extraña razón decidió conceder esa benevolencia a un individuo que siempre se resistió a ser consumido por el terrible destino de asesinar su propia bondad. Era una escena extraña y ambigua, era necesario hablar y sin embargo ambos callaban, impertérritos y ajenos a la voluntad de un destino escrito por las decisiones que se habían tomado.
Él no había podido dormir, el desvelo del desenlace asustó al sueño, y así cuando por fin amaneció y el Sol gentilmente le anunció la llegada del día a través de las cortinas abiertas, la intranquilidad de la vigía anterior fue disipándose. Salió con la intención de tomar el desayuno en la cafetería contigua al parque y alejarse de aquel apartamento que amenazaba con estrechar sus paredes hasta consumir la cordura que le quedaba. El día transcurrió con él sentado en una banqueta leyendo a Maugham. Al aproximarse la hora que había pactado a si mismo para llegar a verla, el fantasma del pasado acució sus manos, y la pesadumbre de la desesperanza combatió largo tiempo con la certeza de lo que debía hacer; y así fue como con el paso firme y elegante que siempre lo habían caracterizado, haciéndolo sobresalir en un mundo en donde la elegancia y el temple parecían pertenecer a otra época, tomó rumbo hacia la casa de ella; ubicándolo en el sillón donde ahora pertenecía en silencio.
No había preparado ningún discurso, no hubiera servido de nada. Fue un misterio cuánto tiempo pasó, cuántas palabras murieron por el silencio, se pudo hacer más, quizá, pero la realidad no acepta condicionantes, es lo que es. Lentamente él extendió la mano como si le estuviera proponiendo un baile, ella lo miró y sonrió de tal forma que la línea deliciosa de sus labios se resquebrajó al pensar en el futuro obcecado que le deparaba. La mirada lacónica que él mantuvo fue suficiente para comprender que la vida no encuentra redención en los amores de quienes huyen de las oportunidades. Era la brevedad de aquel presente la que estaba sentenciando el futuro de ambos, fue la mirada de anegada en lágrimas de ella la que lo hizo comprender lo vano de su intento.Al cerrar la puerta de la casa, ella comprendió que el hombre que se alejaba era sólo una sombra, el verdadero se hallaba sin vida en el sillón ahogado por todo que ella no se permitió escuchar, ajusticiado por su futuro, intacto por el pasado de ambos. ¿Cuánto dura el presente? se repetía ella constantemente, mientras el tiempo latía al ritmo de los pasos de él bajo las decadentes luces de la ciudad.