21 mayo, 2013

Adicción


A veces sentados uno al lado del otro, otras veces acostados, otras tantas caminando; siempre juntos físicamente, como una pareja. Primero los días y luego los meses que dieron paso a los años. Experiencias compartidas y tiempo acumulado que dejaba su huella palpable en los cuerpos de ambos. Sus sentimientos hacia aquella mujer no habían cambiado, eran una constante desde hacía mucho tiempo atrás. El ideal de amor era un pensamiento recurrente al que ambos se habían acostumbrado también tiempo atrás, eran una historia que contar. ¿La felicidad? una sed constante. Vidas compartidas, estables como un coma. Él la veía cada mañana en silencio antes de levantarse de la cama. Ella lo observaba cada noche sin decirle nada, para luego entregar sus ojos al sueño, como ofrenda al paso del tiempo que transcurriría de manera impasible hasta el próximo amanecer para continuar su ciclo hasta el nuevo ocaso y posteriormente declinar hasta la noche en que ella lo contemplaría una vez más. Aquel día antes del amanecer, ella, con voz suave, como si dejara escapar un pensamiento le dijo que deseaba enamorarse. De quién, preguntó él. De la imprevisibilidad le respondió ella, enamorarme con amor y no del amor. Él la beso con ternura anodina y le dijo con su sonrisa de siempre: -El amor es esto que hemos fabricado. El Sol volvió a asomarse y luego la noche con su Luna. A veces sentados uno al lado del otro, otras veces acostados, otras tantas caminando; juntos físicamente pero siempre distantes emocionalmente en el universo de su ficción. Afuera  el tiempo transcurría como lo hace todos los días. Afuera, la vida.

09 mayo, 2013

El último presente


 La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante.  
 S. Kierkegaard



Los minutos transcurrían como si nada les importase. Desde el momento de su llegada, la desolación se había ido apoderando de su interior, y a medida que la noche se expandía, el nudo en la garganta formaba un compás sincronizado con los atribulados pensamientos que le cruzaban por la mente; cada minuto era una lucha constante por disfrazar la expresión en el rostro. Ahí estaban ambos, tan cerca pero alejados por las circunstancias, en silencio. La pesadumbre de la muerte sentimental la hacía bajar a menudo la mirada. Había pasado tanto tiempo y sin embargo el olvido se había detenido en algún momento, como si se tratase de un ser implacable que por alguna extraña razón decidió conceder esa benevolencia a un individuo que siempre se resistió a ser consumido por el terrible destino de asesinar su propia bondad. Era una escena extraña y ambigua, era necesario hablar y sin embargo ambos callaban, impertérritos y ajenos a la voluntad de un destino escrito por las decisiones que se habían tomado. 
Él no había podido dormir, el desvelo del desenlace asustó al sueño, y así cuando por fin amaneció y el Sol gentilmente le anunció la llegada del día a través de las cortinas abiertas, la intranquilidad de la vigía anterior fue disipándose. Salió con la intención de tomar el desayuno en la cafetería contigua al parque y alejarse de aquel apartamento que amenazaba con estrechar sus paredes hasta consumir la cordura que le quedaba. El día transcurrió con él sentado en una banqueta leyendo a Maugham. Al aproximarse la hora que había pactado a si mismo para llegar a verla, el fantasma del pasado acució sus manos, y la pesadumbre de la desesperanza combatió largo tiempo con la certeza de lo que debía hacer; y así fue como con el paso firme y elegante que siempre lo habían caracterizado, haciéndolo sobresalir en un mundo en donde la elegancia y el temple parecían pertenecer a otra época, tomó rumbo hacia la casa de ella; ubicándolo en el sillón donde ahora pertenecía en silencio.
 No había preparado ningún discurso, no hubiera servido de nada. Fue un misterio cuánto tiempo pasó, cuántas palabras murieron por el silencio, se pudo hacer más, quizá, pero la realidad no acepta condicionantes, es lo que es. Lentamente él extendió la mano como si le estuviera proponiendo un baile, ella lo miró y sonrió de tal forma que la línea deliciosa de sus labios se resquebrajó al pensar en el futuro obcecado que le deparaba. La mirada lacónica que él mantuvo fue suficiente para comprender que la vida no encuentra redención en los amores de quienes huyen de las oportunidades. Era la brevedad de aquel presente la que estaba sentenciando el futuro de ambos, fue la mirada de anegada en lágrimas de ella la que lo hizo comprender lo vano de su intento.Al cerrar la puerta de la casa, ella comprendió que el hombre que se alejaba era sólo una sombra, el verdadero se hallaba sin vida en el sillón ahogado por todo que ella no se permitió escuchar, ajusticiado por su futuro, intacto por el pasado de ambos. ¿Cuánto dura el presente?  se repetía ella constantemente, mientras el tiempo latía al ritmo de los pasos de él bajo las decadentes luces de la ciudad.

06 mayo, 2013

Conciencia


El tiempo no fue suficiente, nunca lo es. El tiempo es un maricón.

La narración objetiva de los hechos no puede existir cuando la subjetividad que separa la locura de la cordura, la fantasía de lo que pudo ser de la realidad de lo que se representa ante los ojos de todos termina por consumir el tiempo dentro del pequeño universo que representan las imagenes de los recuerdos. Es la eterna tragedia de la humanidad, su eterna condena, el nacimiento y la muerte de todo lo que sobrevive, de las historias y de los futuros siempre encadenados al árbol del presente carcomidos en la mayoría de veces por los pasados; pues las muertes aguardan , al igual que las vidas, y el sufrimiento contemplativo aguarda mientras juega una partida dramática con la esperanza. Lentos transcurren los minutos. Decadentes segundos llenos de costumbre y sin ningún propósito. Es la intensidad de la resistencia humana, de su sufrimiento y su posible redención la que obliga al personaje a permanecer acostado contemplando la nada con ojos cerrados. Todos los días muestran la misma identidad. Ya no hay preguntas, la necedad de estas ha terminado por desgastar la búsqueda de respuestas sin sentido. La realidad es lo que es, el eterno ciclo lleno de variantes que culminarán con el mismo final. De pronto el personaje parpadea con los ojos cerrados, está consciente del oximorón que envuelve al tiempo y de su naturaleza infinita e ineludiblemente tan corta. La crueldad de su tragedia es la que a su vez la hace tan hermosa. Ha vivido en un limbo, estancado, inerte, sin propósito de continuar. Piensa en cuan poderosa es la tentación de seguir contemplando el drama. Es un mundo de reflexiones, una realidad etérea. ¿Qué significa esto?  Sus labios reproducen una mueca. Son las muertes se responde. Es la conciencia de la lucidez y su perpetua angustia. Estos dolores y recuerdos eran míos piensa mientras apoya una mano en el suelo para levantarse. Son vidas fragmentadas, viajes sin retorno, dolores como bultos y olvidos como brisas que queman. Todo ha cambiado. Es el milagro de la muerte, su transformación y así, la posible contemplación y continuidad de la vida. De pie y todavía ciego ante el mundo, finalmente ha abierto los ojos. Todo es igual en su diferencia.